“Mirá seño ¡me quedan!”. Con los ojos bien abiertos y una zapatilla en la mano, Elián García reclamó la atención de la maestra, Alejandra D’Stefano. Al tener su mirada agregó: “¿Hoy me las puedo llevar?”. Elián no llega al metro de altura, tiene cuatro años. Como él, la veintena de nenes y nenas del Jardín Monigotes vivieron esta mañana un alboroto particular. Tras la nota publicada en El Litoral la tarde del jueves, que pedía donaciones de abrigo y calzado, el jardín recibió todo tipo de ayuda, y en cantidad.
Esta salita del Movimiento Los Sin Techo fue levantada por obra de los vecinos en 1999. Está ubicada en la intersección de calle Estrada y Regis Martínez, en barrio San Pantaleón.
Tras el pedido solidario publicado en estas páginas la tarde del último jueves “la gente respondió con creces”, cuenta Nilda Rousseaux, la directora. Si bien recordó que siempre reciben donaciones, en este caso la cantidad y velocidad de respuesta ante las necesidades del frío fue especial: llamaron 52 personas entre el viernes y sábado.
“No hay corazones tan duros como para ser indiferentes a estos chicos, pero también el Papa Francisco ablandó a más de uno y los decidió a ayudar. Estamos felices”, destacó Rousseaux.
El “milagro”
Los primeros llamados eclipsaron la mañana del viernes en el Colegio Mayor Universitario donde funciona el Movimiento Los Sin Techo. Del otro lado de la línea, Jorge Jourdán reconoció que le asombró la respuesta de la gente. “Esa misma mañana trajeron ropa, zapatillas e incluso sobres con dinero, y hay empresas que también quieren donar. La repercusión fue impresionante, creo que es el efecto Francisco”, coincidió con Nilda.
Para “la seño”, Alejandra D’Stefano, el fin de semana fue particular. Ante los llamados de quienes no podían acercar sus donaciones a la entidad y la falta de un medio de traslado para hacerlo, el sábado su marido decidió no abrir el negocio y dedicar el día a buscarlas. Al promediar la mañana, cuando notaban que no podrían buscarlas todas, vivió lo que definió como un milagro: “Nos llamaron los chicos del colegio Nuestra Señora de Lourdes, que se ofrecieron a buscarlas por toda la ciudad”, contó. Terminaron de trabajar cerca de las nueve de la noche”.
El fruto fueron cajas de zapatillas nuevas, bolsas con pulóveres, ropa interior y medias, y todo tipo de ayuda. Y hasta “una señora llamó y se ofreció a venir a contar cuentos”, cuenta Alejandra. Fue interrumpida por un golpe en la puerta. Una señora de Santo Tomé, de apellido Sánchez, fue en remís para llevar en persona dos bolsas con abrigo. No tenía aros, ni reloj, ni zapatos nuevos. Calzada en alpargatas, extendió las manos y explicó que sus nietos “ya no usan este abrigo, ¿cómo no lo iba a traer?”